“Había cinco personas de seguridad en el campus, e incluso alguna de ellas iba con una especie de rifle”, recuerda el encargado de mantenimiento, Vicente Canedo, antes de hacer referencia a la gran seguridad que reinaba en el recinto.

“Los chavales iban a divertirse a la ciudad, allí no había botellones ni nada de eso. Don Luis Quinteiro Fiuza, que por aquel entonces era el director, siempre decía que a una residencia universitaria se iba a dormir y a estudiar”. Con el paso de los años las normas fueron cambiando y hoy los estudiantes ya no son tan respetuosos con las reglas como lo eran en esa época. Canedo, sin embargo, recuerda aquellos años con mucho cariño. “Eran jóvenes pero se portaban bien. También porque había un equipo de trabajadores que se ocupaba de que así fuera”, concluye el exvigilante del Burgo.
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